La globalización en sí misma es un proceso continuo y dinámico, que
desafía las leyes de los países en su forma de regular el funcionamiento
de empresas y el comportamiento económico de los individuos a nivel
internacional que, si bien pueden dar trabajo a la mano de obra
desocupada o ser los contratados, también pueden beneficiarse de
irregularidades y debilidades subsistentes en un determinado país. Es
fácil para estas empresas simplemente trasladar sus centros de
producción a lugares en los cuales se les del máximo de facilidades. Es
también un desafío a los proyectos de desarrollo de los países,
especialmente para aquellos que están en vías de desarrollo, pues no
sólo considera cualquier intervención estatal como inimica a los
intereses de esas empresas (en la medida que tales planes implican
regulaciones y demandan impuestos y otros recursos) sino que además
asevera que la idea misma del desarrollo social como meta y objetivo gubernamental o estatal precluye la libertad individual y distorsiona tanto la sociedad como el mercado.(ver por ejemplo posición paretiana.
A nivel cultural, el incremento de la la intercomunicación física y virtual, han incrementado y facilitado este proceso. La interconexión física se basa en la masificación del transporte. La interconexión virtual se basa exclusivamente en la tecnología, por ejemplo, Internet.
Esto ha llevado a dos resultados contradictorios: por un lado la
centralización del control administrativo y político a niveles
gubernamentales y corporativos se ha visto facilitada enormemente. Por
otro, se ha facilitado de manera igualmente enorme la diseminación de
ideas críticas y la comunicación a nivel de ciudadanos comunes y
corrientes, que anteriormente estaban para su información a merced de
los medios establecidos o no podían responder rápida y efectivamente a decisiones que los afectaban (ver, por ejemplo: ciberactivismo)
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